Vive cantando by Irene Rodríguez

Vive cantando by Irene Rodríguez

autor:Irene Rodríguez [Rodríguez, Irene]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2013-10-22T00:00:00+00:00


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Si algo me tiene demostrado la vida es que nunca puedes bajar la guardia, porque, cuando menos te lo esperas, ¡zas!: la realidad te da una bofetada que te deja viendo estrellitas. Lo bueno es que somos capaces de mirar a un punto fijo y recuperar la visión, esa que nos pone de nuevo nuestro sueño en el punto de mira. Es cierto que después del porrazo vemos el camino con más obstáculos, pero lo importante es levantarse. En La Gloria somos especialistas en sobreponernos a las zancadillas, vengan de donde vengan. Y si no, que se lo digan a mi sobrino. Me explico.

Nacho estaba hundido porque llegaba la dichosa función del colegio y él quería bailar. Resulta que Carolina, Eva, Laura y una tal Atanase iban a hacer una coreografía, pero él tenía que tocar la flauta. Como lo leen: la flauta. Y mi sobrino tiene mucho talento para mover el cuerpo, pero es más bien torpe para hacer sonar ese trasto sin que parezca que tortura a un cochino. Yo le dije que se dejara de estupideces y que bailara. Si sus amigas iban a reproducir de principio a fin un videoclip de Beyoncé, ¿por qué Nacho tenía que quedarse a un lado? Él, tan amante de las divas del pop… «El abuelo dice que es mejor que toque la flauta; no quiere que haga el ridículo». ¡Toma ya! El teniente coronel tan fiel a su estilo como siempre. «Pues tu abuelo que se aguante, porque tú has nacido para el espectáculo —le dije muy seria—. ¿Qué canción quieres bailar?».

En menos de tres minutos lo tenía plantado en la cocina vestido con unas medias de rejilla y una torera con flecos, con un recorte de una revista con la foto de Alaska.

—Yo pensé que ibas a bailar una de la Gaga —le dije sorprendida.

—Es que a mí me gusta ésta —dijo mientras encendía su aparatito de escuchar música y subía el volumen en los altavoces.

Empezó a sonar a todo trapo A quién le importa, pero una versión mucho más discotequera. Estaba claro que el niño había heredado mis maneras. Una energía, un compás, una flexibilidad; daba gusto verle, ya no sólo por lo bien que lo hacía, sino por lo feliz que se le veía. Pero, claro, tuvo que llegar el teniente coronel para aguar la fiesta. Que si el niño va vestido de mamarracho, que si no puede salir así de casa, que nos lo traumatizan, y toda la serie clásica de comentarios de cromañón tan típicos de don Rafael Almagro. Si yo le hubiera hecho caso a mi padre, seguiría cantando en la ducha. Por eso Nacho iba a tener todo mi apoyo. Su abuelo no tenía que enterarse.

Como quedaba muy poco para la función, le prometí que ensayaríamos en el colegio, durante el recreo, así que estuvimos pasando varias veces la canción para ir afinando los movimientos. La verdad es que mi sobrino es un artista, y poco tenía que decirle. Lo que más trabajamos fue la mirada al público.



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